Tomás
Bobadilla Briones de Hilario Rodríguez
Tomás Bobadilla Briones
nació en Neiba
el 30 de marzo de 1786, poblado fronterizo de la región del sur profundo,
cuando todavía éramos una colonia
española. Quinto de una prole de seis hijos de Vicente Bobadilla
Amaral y Gregoria Briones Pérez.
En 1795, debido a la cesión a Francia de la parte española de la
isla, su familia emigró a Puerto Rico donde Tomás recibió una
buena educación durante sus años de juventud, logrando
posteriormente en Mayagüez trabajar en una escribanía pública.
Regresó a Santo Domingo para el año de 1811 en la época de la
Reconquista, llamada también época de la España Boba, donde
logra su primer cargo como escribano público, inicio de su larga
carrera en el tren burocrático y de la administración pública,
no sin antes someterse a la prueba de “limpieza de sangre”, que
probara que no descendía de negros, mulatos, judíos o herejes.
En ese mismo año fue nombrado por el Arzobispo Valera como
Notario del Arzobispado.
En la época del Estado Independiente Haití Español fue nombrado
Oficial Primero de la Tesorería General del Estado en 1821; en
la época de la Ocupación Haitiana fue nombrado Fiscal del
Tribunal del Seybo desde 1822 hasta finales de 1828, también en
el 1822 fue nombrado miembro de la Comisión de Instrucción
Pública, nombrado como Abogado o defensor público para 1830 y
para 1831 fue nombrado Notario Público de Santo Domingo.
En 1843, luego de derrocado Boyer, se activaron las acciones
conspiradoras contra el régimen haitiano, fue cuando el grupo de
los trinitarios, por insistencia de Matías Ramón Mella, decidió
sumar a Bobadilla a la causa de la separación logrando con esto,
según Roberto Cassá, “un empuje considerable a la causa de la
independencia, debido a que muchos lo veían como el
prototipo del político sagaz que nunca se equivocaba y razonaban
que si se había orientado en tal sentido el hecho terminaría
produciéndose”.
Unido a la misma causa de “los muchachos” como Bobadilla llamaba
a los jóvenes revolucionarios de La Trinitaria, redactó el
Manifiesto del 16 de enero de 1844, Acta de Separación
Dominicana, considerado por Wenceslao Vega, como el documento “más
importante de la historia dominicana” además de “hermoso
y valiente”.
Fue el primer presidente de la Junta Provisional Gubernativa del
28 de febrero de 1844 y de la Junta Central Gubernativa de la
naciente República Dominicana como estado independiente y
soberano desde el 1 de marzo hasta el 9 de junio de 1844.
En la época de la República desempeño los cargos de: Ministro de
los despachos de Justicia e Instrucción Pública y de Relaciones
Extranjeras; Defensor Público en la Suprema Corte de Justicia
para los tribunales de la Provincia de Santo Domingo; Presidente
del Tribunado; Miembro de la Honorable Cámara del Consejo
Conservador; Procurador Fiscal de la Suprema Corte de Justicia;
Juez de Residencia para el Tribunal de Apelación; Procurador de
la Suprema Corte de Justicia; Miembro de la Comisión Revisora de
la Constitución de 1854; Miembro del Senado Consultor;
Plenipotenciario para el tratado con los Estados Unidos de Norte
América y Senador por Santo Domingo.
En junio de 1847, sufrió el destierro al adversar desde el cargo
de presidente del Cuerpo Legislativo al general Pedro Santana, presidente
de la República, al propugnar por una separación efectiva de
poderes. Tuvo que emigrar nuevamente a Puerto Rico esta vez
junto a su esposa e hijos hasta el año de 1849. No sin antes
pronunciar un encendido discurso en la sesión del Congreso
Nacional en donde, entre otras cosas, les dijo a los
congresistas presentes:
“Creo, señores, que ninguno puede
ser mejor Dominicano que yo. Yo fuí el
primero que dije: Dios, Patria y Libertad; yo fuí el autor del
manifiesto del 16 de Enero; yo en la noche del 27 de Febrero me
encontraba a la cabeza del pueblo; yo fuí el Presidente de la
Junta Gubernativa más de tres meses, el que dirijió los negocios
públicos, uno de los fundadores de la Patria sin ninguna
ambición ni ningún interés personal ni otro deseo que el bien
del Público, y el sacudir el yugo degradante de los Haytianos;
yo no seré otra cosa siempre más que un buen Dominicano sin
ambición ni aspiraciones a empleos ni a dignidades, pues si hoy
me encuentro en el Congreso no ha sido porque lo he solicitado,
sino por la voluntad unánime de mis comitentes, y porque
pudiendo ser útil creí que no debía rehusarlo.”
Continuó
diciéndoles:
“Sin embargo, se me persigue inocente, se me
quiere desterrar; y para dar todavía una prueba de mi civismo y
de que deseo no se pertube el orden y la tranquilidad me atrevo
a proponer que si se pone a mi disposición un buque en que
transportarme con mi familia y algunos medios pecuniarios, me
iré a playas extranjeras a mendigar mi subsistencia, porque es
público que yo no tengo fortuna, ni he podido acumular siquiera
una subsistencia desembarazada; pero esto lo haría con la más
solemne protesta que hago a la faz de Dios y de la Nación de que
no soy impelido sino por la violencia que se me hace con estos
manifiestos, y porque se me quiere suponer la piedra de toque de
todas las dificultades y el origen de otros acontecimientos que
dicen se preparan en nuestro horizonte político; porque veo
holladas las Libertades públicas, violada la Constitución y las
leyes...”.
Palabras que nunca fueron desmentidas ni siquiera
por los más aguerridos adversarios de la clase política
dominante de ese entonces.
En la época de la Anexión para el año de 1861 lo designan
Magistrado de la Real Audiencia de Santo Domingo y Presidente de
Sala o de Fiscal, además de reconocérsele el derecho a ejercer
como abogado; nombrado también al frente de las finanzas en la
Hacienda Pública; nombrado en diferentes comisiones para
elaborar leyes para regir a los dominicanos y Ministro
Representante del Ministerio de Marina.
En la época de la Restauración integra la Junta Auxiliar de
Gobierno en el ramo de Justicia, Instrucción Pública y
Relaciones Exteriores; forma parte del Consejo de Gobierno y
designado Sub-Delegado del Triunvirato; en 1867 dirige
interinamente los despachos de Interior y Policía y Relaciones
Exteriores.
Considerado como uno de los hombres más importantes, raros y
enigmáticos de la historia nacional, quien actuaba siempre con
discreción y cautela. Respetado y temido por unos y mirado con
una mezcla de admiración y recelo por otros, de acuerdo a Ramón
Lugo Lovatón, quien realizara el más extenso trabajo biográfico
sobre este hombre extraordinario.