INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 31 DE ENERO DE 2015

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MANUELICO GONZÁLEZ,  GESTOR DE VILLA GONZÁLEZ

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

En recuerdo de su ascendiente, los herederos de Manuel de Jesús González Estévez dejaron constancia el pasado 20 de enero de su complacencia por la celebración del centenario de la designación de Las Lagunas con el nombre de Villa González con la develización de un busto suyo en el parque de este municipio. Evocar su trayectoria, imbricada con los pasos iniciales de este comunidad, nos obliga a remontarnos a 1890, cuando el gobierno de Ulises Heureaux firmó un empréstito con la casa holandesa “Westendorp y Ca.”, por 900,000 libras esterlinas y dos contratos con Cornelius Den Tex Bondt, un súbdito neerlandés residente en Puerto Plata, quien dirigía entonces la “Caja General de Recaudación de Aduanas”, mejor conocida como la “Regie de Aduana”, creada para percibir los derechos de importación y exportación recaudados por las aduanas de todos los puertos del país, constituidos en garantía del préstamo de 770,000 libras esterlinas convenido por el gobierno dominicano con la misma “Westendorp y Ca.” en 1888. En virtud de los contratos suscritos en 1890, Den Tex Bondt se comprometió a explotar y construir, por cuenta del Estado Dominicano, la primera sección del que originalmente se llamó “Ferrocarril Central de Santo Domingo y luego “Ferrocarril Central Dominicano”, cuya línea partiría de la ciudad de Puerto Plata, seguiría por los valles de San Marcos, Corozal, Bajabonico, Río Grande y Las Lavas (por Palmarejo) y atravesaría los ríos Quinigua, Jacagua y Gurabito, para llegar a Santiago en la vecindad de su cementerio. 

La “San Domingo Improvement of New York”, que en 1892 había entrado de pleno derecho a ejercer las funciones y prerrogativas de la Westendorp y Ca.” en lo referente a las obligaciones inherentes a los contratos de empréstito de 1888 y 1890, daría continuidad a la obra del ferrocarril a partir de 1894. En 1896 terminó la sección Santiago-Palmar e inauguró en Palmarejo una estación temporal, a la que llegaban grandes cantidades de tabaco enviadas desde Santiago, y en torno a la cual se fue formando un caserío que, sin embargo, no llegó a alcanzar importancia, pues una chispa que voló de la locomotora del ferrocarril lo incendió en ese mismo año.

Después de la inauguración de la vía férrea en 1897, el sitio de Las Lagunas, en el tramo comprendido entre Palmarejo y Quinigua, empezó a cambiar rápidamente: primera parada de los trenes que salían de Santiago hacia Puerto Plata, en 1898, una junta de fábrica terminó un cementerio, que tuvo como encargado a Vidal Pichardo, y Francisco M. Sepúlveda tenía una escuela. Pero sería a partir de 1899 cuando la aglomeración de habitantes perfilaría la constitución de un poblado en este sitio, que ya en 1900 contaba con una escuela para varones y una escuela particular de la señorita Carmen Pons. “[L]os tres troncos bajo cuyas ramas se levantó Las Lagunas, según una nota aparecida en el periódico santiagués El Diario en 1916, fueron los de las familias Núñez, Guzmán y Mera, última esta que tuvo como genearca a Sebastián Mera Alonso, asturiano, integrante del batallón de La Corona del ejército anexionista español, esposo de María Madera Espinal y Leticia Ureña, asentado en estas tierras en la segunda mitad de la década de 1860 y a quien en esa fuente se le atribuye ser el primer residente de esta comunidad.

De los esfuerzos desarrollados por una junta fundada en 1901, presidida por el cubano Manuel G. Boitel, comerciante de maderas originalmente asentado en Santiago, y constituida para trabajar por su adelanto material e intelectual, no tenemos noticias, pero si esta llegó a ejecutar algunos proyectos, podría concluirse que fueron mínimos: todavía en 1902, Las Lagunas era un caserío, que aunque contaba con un comisario militar, era delatado en su ruralidad por los animales que vagaban en su centro y por la frecuencia de fiebres y plagas de mosquitos, condición esta que sería revertida en 1907 con la siembra de eucaliptos.

El proceso de tránsito hacia una incipiente formalización, del que fueron evidencias en 1904 la presencia de Gustave Viaud, un francés oriundo de Nantes, quien había llegado desde Haití a fines de ese año y que ocupó por pocos meses la dirección de la escuela de varones, y del ciudadano español Rafael Tovar de Lara, emigrado en ese mismo año a México, se inició justo en 1904, y en él jugó un papel preponderante quien sería uno de sus más prominentes vecinos: Manuel de Jesús González Estévez.

Manuel de Jesús González Estévez nació en Hoya del Caimito, Santiago, el 19 de junio de 1862. De su llegada a Las Lagunas no tenemos referencia, pero sabemos que desde Hoya del Caimito se trasladaron también sus padres, Manuel de Jesús González Ureña, quien murió aquí el 2 de noviembre de 1904, y Matilde Emilia Estévez de Vargas, quien también murió aquí el 10 de febrero de 1899. El 6 de abril de 1892 casó en Santiago con Francisca Irene Mera Madera, hija de Sebastián Mera Alonso y María Madera Espinal. 

El 14 de abril de 1893 nació su primera hija, Consuelo Irene González Mera, quien casó en Santiago el 14 de febrero de 1918 con el puertoplateño José Eugenio Kunhardt Freire y fue madre de Bolívar Kunhardt González, esposo de Carmen Hernández Asensio; Irma Consuelo Kunhardt González, cónyuge de Pedro Villalón Lubrano; Carmen Irene Kunhardt González, esposa de Andrés Brugal Mateos, y Hugo Kunhardt González, participante de la expedición de Luperón de 1949. 

Su segunda hija, Julia Celeste González Mera, nació el 14 de diciembre de 1894; fue esposa, a partir del 19 de agosto de 1922, del puertoplateño Carlos Enrique Finke Artiles y madre de Cristina Irene Finke González, esposa de Diego Bordas Hernández y Miguel Torres; Juan Federico Finke González, cónyuge de Gladys Herrera Capestany, y Carlos Manuel (Ney) Finke González, esposo de Lourdes Brugal  Limardo y Nubia Clark Reynoso. Murió en Puerto Plata el 5 de diciembre de 1984.

González Estévez figuró en primera línea en la transformación de su comunidad adoptiva al presidir la junta de fábrica que impulsó la construcción de la iglesia a partir de septiembre de 1904, con los materiales que se reunían ya dos meses atrás, y de la que fueron miembros Manuel de Jesús Toribio, Jesús María Díaz, Juan Bautista (Pincholo) Díaz, Vidal Pichardo y Sebastián Mera.

En octubre de 1904 deslindó las cercas que colindaban con los terrenos que el ayuntamiento de Santiago adquirió en ese mismo mes para ensanchar el poblado y un año después, en octubre de 1905, abrió por cuenta del cabildo santiagués las dos calles que este había trazado cuando compró los terrenos, cuyos tramos paralelos fueron divididos en cuadros y solares para su venta y cuyo producido sería dedicado a la fábrica de la iglesia y una vez terminada esta al local de la escuela. Cabe advertir que una de estas calles terminaba perpendicularmente en la línea del Ferrocarril Central Dominicano y la otra concluía en la misma dirección respecto del camino de Palmar; en 1907, a propuesta del síndico de Santiago Luis Cristóbal Perelló, se le dieron los nombres de López (a la que iba en dirección al camino de Palmar), y Mieses (a la que se dirigía al camino de Palmarejo), perpetuando así la memoria de estos dos héroes de la Independencia.

En 1908, Manuel de Jesús González pudo ver culminado el primero de sus desvelos, la iglesia, dedicada a San Pablo, cuya imagen regaló el Pbro. José Manuel Román, y que fue bendecida por el propio padre Román en un festivo ambiente el 25 de abril de 1908, acto al que asistieron más de mil personas de Santiago, Puerto Plata, Montecristi y Moca. A este templo, que se constituiría en el eje de animadas fiestas patronales de atracción regional, celebradas en ocasiones con la elección de reinas, se mantendría unido a través de la denominada “Junta de Fomento y Ornato”, que sustituyó en 1908 a la junta de fábrica y que asumió sus mismas atribuciones y las más amplias facultades para el progreso de la población, entre ellas la administración de una lotería, autorizada por el Poder Ejecutivo en 1910 y por el ayuntamiento de Santiago en 1911.

A esa junta se sumarían otras sociedades, que como improntas de rango urbano, empezaron a delinear la nueva imagen de Las Lagunas: en 1908 se fundaron las sociedades “Instrucción y Recreo” y Club Femenil”, encabezadas por Jesús María Díaz y Felicia Ureña de Mera, respectivamente; en 1909 se fundó la “Sociedad Agrícola”, fomentadora del cultivo del algodón, y en 1910 se sumaría “Amantes del Progreso”. Paralelamente, nuevos signos de progreso, émulos de la evolución que al mismo tiempo se verificaba en Santiago, empezaron a aparecer: una escuela de niñas ya existía en 1907; un hilo telefónico unía a Las Lagunas y Santiago en ese mismo año; también en 1907, el santiaguero David de Lora presentó aquí el estereopticón, un antecesor del cinematógrafo; en 1910, la sociedad “Instrucción y Recreo” editó el periódico El Lagunero, que circuló hasta 1911 y que fue dirigido, redactado y administrado por el ciudadano francés Lorenzo Antonini Casta, quien en 1910 abrió una escuela nocturna y ocupó la presidencia de la sociedad Amantes del Progreso y en 1911 fue director de la escuela de varones. También en 1910, una compañía bufa trashumante, denominada Trío Cubano, actuó ante los laguneros, y en 1911, Consuelo Irene González Mera fue coronada reina de las fiestas patronales con el nombre de Consuelo I.

Como parte de ese florecimiento, Manuel de Jesús González disfrutaba de la bonanza que imprimía el ferrocarril a todas las actividades comerciales: entre 1910 y 1911, en su establecimiento ofrecía helados, hielo, refrescos, ron y cerveza negra y blanca de todas las marcas para los pasajeros del tren.

Pero en antitética contrapartida, los achaques habían menguado su vitalidad, por lo que  hubo de trasladarse a La Habana en viaje de salud, de donde regresó en diciembre de 1911. La muerte, ya cercana, le sorprendió en Las Lagunas el 26 de enero de 1912. Al momento de su deceso, era regidor del ayuntamiento de Santiago, por lo que la sesión de ese día fue levantada en señal de duelo y se ordenó colocar la bandera nacional a media asta en el Palacio Consistorial al día siguiente. El síndico de Santiago fue comisionado para asistir a su entierro y colocar una corona en su tumba.   

González era comerciante de tabaco y a su muerte, su casa comercial se integró a la del mallorquín Jorge Carbonell, que giró en lo sucesivo como “Sucesores González & Carbonell”. La unión duró hasta 1915, cuando la sociedad se disolvió, haciéndose cargo del activo y pasivo la nueva firma “Sucesores González”, de la que era socio gerente su viuda Francisca Irene Mera Madera.

La muerte del que fue calificado por el periódico El Diariosi no el fundador uno de los primeros fundadores de aquel floreciente poblado y (…) quien siempre estuvo dispuesto a todo lo que significara progreso en este poblado”, daría pie a que miembros de la élite de Las Lagunas, entre ellos J. Carbonell, J.R. Bordas, Jhon Molina y J.M. Díaz, encabezaran la solicitud realizada al ayuntamiento de Santiago el 15 de marzo de 1913 para que su nombre fuese cambiado por el de “Villa González”, “para honrar la memoria del honrado i digno” Manuel de Jesús González, “quien fue el primero que habitó ese lugar, luchando desde entonces por engrandecerlo i poblarlo”, y que al mismo tiempo fuese erigida en cabecera de un Distrito Municipal.

Después de presentada la solicitud y en ocasión de las fiestas patronales que tendrían efecto del 27 al 30 de junio de 1913, la sala capitular del ayuntamiento de Santiago acordó que, dada la gran cantidad de personas que iría a esas festividades, una comisión compuesta por José María Benedicto, presidente del ayuntamiento; Enrique Pastoriza, vicepresidente; Salvador Cucurullo, Buenaventura Báez Lavastida y Luis Morel, síndico, viajara a Las Lagunas para escuchar de viva voz el deseo de los habitantes de Las Lagunas y sus secciones circunvecinas en torno a la creación de un Distrito Municipal. El sentir fue unánime y se acordó la creación del Distrito Municipal en julio de 1914, pero ese año transcurrió sin que se concretara la decisión.

Al pedido se accedió el 20 de enero de 1915, cuando por resolución de la sala capitular del ayuntamiento de Santiago, se denominó Villa González “al poblado de Las Lagunas, para honrar así la memoria del fundador de ese lugar don Manuel de Jesús González q.e.p.d.”, y se creó el Distrito Municipal de Las Lagunas, comprendido por las secciones de Las Lagunas, Palmar, Palmarejo, Banegas, Las Lavas, Quinigua, El Limón, Estancia del Yaque y El Ingenio Abajo.

La primera junta municipal, con asiento en Villa González, cabecera del Distrito Municipal de Las Lagunas, y que comenzaría sus funciones el 1 de febrero de 1915, estuvo integrada por Jesús M. Díaz, jefe del Distrito; Hermenegildo Núñez, secretario, y Jorge Carbonell, tesorero. Esa junta fue instalada el 24 de enero de 1915 segundo día de las fiestas motivadas por la creación del distrito por autoridades de Santiago, entre ellas el gobernador provincial Apolinar Rey, quien fue recibido en nombre de la comunidad por Juan Bautista Díaz (Pincholo).

Villa González ha transitado desde entonces cien años de vida municipal. Y en provecho de esta efeméride y como testimonio de reverencia imperecedera a los desvelos por el engrandecimiento de esta comunidad de Manuel de Jesús González Estévez, sus descendientes decidieron obsequiar su efigie para que sirva como permanente exaltación de la memoria histórica comunitaria. Enhorabuena. 

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