A propósito de la celebración del
primer
centenario del municipio de Constanza el pasado 9 de septiembre,
recordamos los apellidos de las familias que fundaron esa
laboriosa comunidad que creció al ritmo del lento conocimiento
geográfico de la zona, la cual llegó a considerarse por muchos
años como un lugar misterioso.
El valle de Constanza, conocido por nuestros
aborígenes como Cotohi, está situado en lo que fue la provincia
indígena de Caihabo. De acuerdo a la descripción de Pedro
Mártir de Anglería sobre la zona, tenía una “populosa” población
indígena en la época del Descubrimiento, que fue
exterminada tras la llegada de los españoles a la isla.
Posteriormente, el valle se repobló con personas que procedían de
la región sur.
Cuando Sir Robert Schomburgk, primer cónsul
inglés acreditado en el país, visitó el valle en 1851, reportó
que sólo encontró 6 bohíos y que “una sola familia ha residido
permanentemente en Constanza durante los últimos dos años”. Añadió que Antonio, uno de los habitantes, le refirió: “yo soy,
comenzó diciéndome, nativo de San Juan, cerca de la frontera
haitiana. La última guerra entre haitianos y dominicanos me
privó de todo lo que tenía y cuando Soulouque se acercó a la
frontera de nuevo, resolví volar hacia estas apartadas lomas de
Constanza”. Pero cuando el barón Enrique Francisco Alexandro Eggers visitó el valle hacia 1887, reportó que había treinta
bohíos, con un total de cien vecinos, mientras que Francisco
Gratereaux, jefe del puesto de Constanza, reportó hacia 1896 que
allí había cuatrocientos ocho habitantes, lo que significa que
la población del valle creció desde 1851 hasta 1887 y que se
mantuvo estable desde ese último año hasta final de siglo.
Hacia 1888, los habitantes que se encontraban
diseminados por el valle sintieron la necesidad de agruparse y
formaron el caserío. Al respecto, José Ramón Abad escribió que
en ese año “el caserío de Constanza se halla casi al terminar el
llano, en la orilla de los bosques y sobre el arroyo Limón”. Mientras que Juan Ulises García Bonnelly indica que para esa
época el caserío tenía diez casas de madera con techo de cana.
Sin embargo, aunque todo indica que hacia fines
del siglo XIX había una relación comercial cercana con la región
sur, según indica el barón Eggers, “en Constanza… la gente vive
de la crianza y el cultivo de frutos menores como frijoles,
batata, yuca, maíz y también de su tabaco, que trabajado ya en
andullos, transportan al sur de las lomas, por el valle de San
Juan”. Al analizar la procedencia de los veinticuatro apellidos
registrados en las casi doscientas actas de nacimiento de
Constanza de finales del siglo XIX (1873, 1892-1895 y 1895-1900)
y que corresponden a familias todavía radicadas allí, se
encuentra que un 63% de ellas procedía de la región del Cibao y
un 38% de la región sur, lo que implica que, pese a que los
primeros pobladores procedían de esa última región, el valle de
Constanza fue poblado por personas provenientes, en su mayoría,
del Cibao.
Cabe señalar que esas familias cibaeñas
probablemente emigraron a Constanza como consecuencia de momentos difíciles que atravesaba la nación, como la guerra
restauradora y los combates que se libraron contra los gobiernos
de Buenaventura Báez. Un ejemplo de esa emigración fue el caso
del coronel Rufino Espinosa, nativo de Bánica, quien luego de
defender valientemente el gobierno de Báez en la llamada
“Revolución de los Pinos”, en Jarabacoa, en 1877, se radicó en
Constanza, donde murió.
Con las antes citadas actas de nacimiento y con
la colaboración de un jarabacoeño residente en Constanza desde
1930, José A. (Ñañín) Quezada, quien facilitó un inventario de
actas de matrimonios de los años 1900-1920 que transcribió
Cirito Durán, se determinó que los niños nacidos a finales del
siglo XIX se casaron a la edad promedio de veintidós años (los
hombres a los veinticuatro y las mujeres a los diecinueve); que
con frecuencia los niños se declaraban tardíamente, y que
ochenta y dos niños eran legítimos (41%), ciento dieciséis eran
naturales (58%) y tres eran reconocidos (1%), lo que significa
que el matrimonio era poco frecuente en esa zona del país.