Es de creencia
generalizada que la genealogía es una actividad de adultos.
Muchos pueden pensar que se necesita haber adquirido cierta
conciencia y madurez para adentrarse en la investigación y
estudio de nuestros ancestros. Aún más, hay quienes señalan que
la genealogía es “una actividad de viejos”.
Nada más lejano de la
verdad.
Un experimento
reciente llevado a cabo en el Colegio Babeque (secundaria) de
Santo Domingo así lo demostró. María Josefina Álvarez Gautier,
profesora del referido plantel escolar, le puso a sus alumnos de
séptimo curso un trabajo de investigación consistente en presentar un reporte de sus ancestros directos hasta
sus tatarabuelos, o sea cinco generaciones atrás.
El planteamiento del
trabajo implicaba llegar a personajes que vivieron en el siglo
XIX. Entre los 16 tatarabuelos a encontrarse, estos estudiantes,
cuya edad oscila entre los 12 y 13 años de edad, debían
profundizar en uno de ellos e investigar su participación en
los diversos hechos históricos que se desarrollaban en el país
para la época que les tocó vivir.
Los niños recibieron
con entusiasmo el reto que les ponía su profesora e iniciaron de
inmediato su proceso de recolección de información.
La primera fuente, por
ser la más inmediata, estuvo en sus padres, quienes además de
suplir la información básica, se identificaron con el proyecto y
le dieron continuo seguimiento y apoyo.
Luego procedieron a
visitar sus abuelos, los que ampliaron el espectro ancestral de
estos noveles investigadores.
Después de haber
agotado los recursos del entorno familiar, los niños se
orientaron hacia fuentes bibliográficas de genealogía e historia
dominicana, en las cuales pudieran encontrar información sobre
los personajes del siglo XIX que ellos habían elegido.
El recurso de la internet estuvo a la orden del día. Su habilidad para navegar en
el mundo de la autopista virtual les fue de mucho provecho.
Aún más, bajo la
coordinación y orientación de su acuciosa profesora, los niños
hicieron contacto con experimentados genealogistas del Instituto
Dominicano de Genealogía, con el fin de ampliar y maximizar la
información por ellos recabada.
El resultado de este
experimento no podía tener mejores resultados. El 9 de mayo
del 2007, los niños presentaron sus trabajos en una emotiva reunión
del colegio, a la cual asistieron también sus padres.
En general, la calidad
de los trabajos fue excelente. Hubo muchos trabajos presentados
que bien ameritarían estar en una biblioteca de genealogía. Pero
el efecto más positivo de este esfuerzo estuvo en el campo de la
formación de los educandos.
A partir de este
exitoso experimento, los niños empezaron a ver y percibir su
familia desde una perspectiva diferente, muy particularmente a
sus ancestros más remotos. El afloramiento de nuevos y
desconocidos apellidos resultó una sorpresa inesperada.
Otro aspecto no menos
importante fue su nueva visión de la historia dominicana. Hasta
el presente, su percepción de la historia consistía en
narraciones de sucesos, principalmente bélicos, dirigidos por
héroes en contra de villanos. Cuán sorprendente fue encontrar
personajes de la historia entre sus ancestros directos.
Ojalá tuviéramos en
nuestras escuelas más experimentos de este tipo.