Con alguna frecuencia oímos la
expresión: “mi familia es muy corta”. Ciertamente que no dudamos
que así pudiese ser en casos muy contados, pero, ¿será que no
conocen su familia quienes así se expresan? En la medida en que
nos remontamos a generaciones anteriores, a partir de los
parientes colaterales es posible alcanzar, sólo hasta los padres
de los tatarabuelos, por ejemplo, una cantidad inimaginable de
personas con las que se tienen vínculos de consanguinidad.
Para teóricamente calcular los
posibles primos que una persona tiene, desarrollaremos un
esquema con el cual estableceremos la cantidad de primos que esa
persona pudiese tener.
Fijemos los siguientes
parámetros para establecer un modelo matemático de cálculo de
los primos directos, al mismo nivel y plataforma generacional.
En este ejemplo, cada miembro de la familia tendrá sólo tres
hijos, los cuales a su vez procrearán la misma cantidad de hijos.
También asumiremos que no existe ancestro común alguno en siete
generaciones.
Este modelo resulta muy
conservador, ya que hasta la década de 1950 las familias
promedio tenían de cuatro a seis hijos. Si nos vamos a las
primeras décadas del siglo XX, las familias eran mucho más
numerosas.
Veamos el ejemplo:
He nacido en los primeros años
del siglo XXI, y para seguir con el modelo establecido, ya
también nacieron mis dos hermanitos.
Mis dos padres, nacidos en el
gobierno de don Antonio Guzmán, tienen a su vez dos hermanos
cada uno, por lo cual tengo cuatro tíos. Estos a su vez me
proporcionan 12 primos hermanos.
Si subo una generación me
encuentro con los cuatro abuelos, nacidos cuando Trujillo
celebraba su vigésimo aniversario en el poder, quienes tienen
ocho hermanos, los que a su vez son mis tíos abuelos. Estos me
generan 72 primos segundos.
Recién saliendo las tropas
norteamericanas de nuestro territorio como producto de la
ocupación del 1916 al 1924, estaban naciendo mis ocho bisabuelos,
lo cual también me trae mis 16 tíos bisabuelos. Estos a su vez
me otorgan 432 primos terceros.
Cuando mataron a Ulises Heureaux
y tomaba posesión el Presidente Wenceslao Figuereo, estaban
naciendo mis 16 tatarabuelos y también mis 32 tíos tatarabuelos.
Estos últimos me proporcionan 2,592 primos cuartos.
Mis 32 cuartos abuelos estarían
naciendo hacia 1875, cuando era presidente Ignacio María
González. De igual forma, mis 64 tíos cuartos abuelos, quienes a
su vez son los ancestros de mis 15,552 primos quintos.
En los primeros años de nuestra
vida republicana estarían naciendo mis 64 quintos abuelos y mis
correspondientes 128 tío quintos abuelos, los cuales a su vez me
generaron 93,312 primos sextos.
Estas cifras, que parecerían
exageradas, no lo son. Al contrario, en muchos casos pueden
quedar cortas.
¿Y si siguiésemos a la época de
la España Boba?, o ¿a la de los primeros años de la colonia
española?
Al más profundo, sagaz y agudo
genealogista le es muy difícil, para no decir imposible,
determinar cuántos primos tiene.
Ya en el plano práctico y
personal, tengo muchos amigos, los cuales he tratados por
décadas, por el hecho de que hemos tenido gustos o intereses
comunes. Con el estudio de mis ancestros directos, y a su vez de
sus descendencias, un buen día les he dado la buena noticia de
que además de ser amigos, somos primos.
Otro caso singular es el de
cinco miembros del Instituto Dominicano de Genealogía (IDG), quien
escribe incluido, amigos en común por nuestra afición a la
investigación genealógica, quienes, a través de nuestros
hallazgos hemos encontrado que somos todos primos entre sí.
No en vano hemos estudiado la
genealogía de los presidentes y primeras damas dominicanas,
habiendo encontrado muchos parentescos entre ellos mismos.
En conclusión, la investigación
genealógica profunda pudiera llevarnos a la conclusión de que no
hay “familias cortas”, sino desconocimiento de la misma.