INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

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SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO HOY

SÁBADO, 11 DE AGOSTO DE 2007

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FAMILIAS JUDÍAS EN SANTO DOMINGO (2 de 3)

Preparado por Antonio José Ignacio Guerra Sánchez

 

Los Judíos llegaban al país desde Curazao

Presencia judía en el Caribe Holandés, antesala a Santo Domingo

En 1657, los judíos emigrados de España y Portugal fueron reconocidos como ciudadanos de la república holandesa; la comunidad sefardí de Amsterdam había alcanzado ya su plenitud. Participaron activamente con los holandeses como socios en sus empresas colonizadoras.

El primer judío que llegó a Curazao fue Samuel Cohén. Él oficiaba de intérprete a bordo de la flota holandesa bajo el comando de Johan van Walbeeck, quien conquistó la isla y que estaba en poder de los españoles en 1634. La inmigración se estableció en 1651, cuando Joao d’Ylan trajo el primer grupo de colonos judíos, los cuales prosperaron a través de los siglos, desempeñando sus descendientes importantes roles en los eventos históricos de la Independencia dominicana. En 1657, las familias judías de Curazao consagraron la sinagoga “Mikvé Israel Emanuel”, la más antigua de América con servicio ininterrumpido.

En el 1745, la población hebrea de Curazao era de 1,400 habitantes (hoy apenas pasan de 500).

Pasajeros judíos desde España

Desde el mismo primer viaje de Colón se señala a Luís de Torres, supuesto judío converso, que a la edad de 71 años escribió en su diario: ...“Como yo dominaba varios idiomas, entre ellos el hebreo, fui invitado a acompañar a Cristóbal Colón como intérprete en su viaje. El pensaba que cuando hubiésemos alcanzado China, podía localizar a los exilados judíos de las Diez Tribus Perdidas”. Otros acompañantes de Colón y de otras expediciones se señalan como “posibles” judíos conversos.

La realidad fue que la Corona española impuso desde el primer momento de la conquista y colonización de América un estricto control de limpieza de sangre para viajar, como se desprende de las múltiples “cartas de viaje” que se otorgaban a los viajeros, restricción que abarcaba a los ascendientes de religión judía o musulmana o condenados por la Inquisición. Las posibles fugas de conversos serían muy mínimas e insignificantes y se harían por puertos de escasa vigilancia.

Algunas especulaciones señalan el origen judío de los canarios. Al respecto nos referimos textualmente lo que nos señalara un reconocido historiador de las Canarias: “sobre los orígenes sefardíes de los canarios, en las Islas hubo una minoritaria pero muy significativa colonia de judíos cristianos nuevos que jugaron un papel importante sobre todo en el comercio; algunas familias de la élite tienen ese origen como los Vergar”. Es más que sabido que el emigrante canario que vino al Caribe era de la más humilde extracción; el único oficio que conocía era el de labriego, vino en núcleos familiares de cinco personas promedio, y nunca se caracterizó por practicar el comercio.

Presencia judía en Santo Domingo y el Cementerio de Ciudad Nueva

La presencia “formal” de los judíos en Santo Domingo ocurre a inicios de 1800 y con más significación durante la dominación haitiana de Jean Pierre Boyer (1822-1844). En el cementerio viejo de Santo Domingo o de Ciudad Nueva se conserva la lápida funeraria que reza “Jacob Pardo, nacido en Amsterdam y muerto el 6 de diciembre de 1826 con 46 años”, como testimonio del primer enterramiento hebreo del que se tenga noticias.

Ese cementerio data de 1824 y a raíz de la llegada de esos primeros judíos hubo la necesidad de crear un recinto amurallado para separarlos de los cristianos. Esa sección del cementerio se denominó “Cementerio Inglés”, ya que a los judíos de entonces se les llamaban “ingleses”, porque tenían esa nacionalidad o la holandesa y provenían de Curazao, predominantemente, y de otras islas del Caribe, tales como Barbados, San Eustaquio, Saint Thomas y hasta Jamaica, donde eran mercaderes muy prósperos. Se conoce que hubo una “sinagoga” denominada “Congregación Israelita” y que su rabino para el 1894 lo era Rafael Curiel.

La singularidad de nuestra nación ha permitido que la estirpe judío-sefardí se haya mezclado con la nuestra, y hoy muchos de sus descendientes apenas se acuerdan que en épocas pretéritas algún progenitor de ellos era judío. Los apellidos más connotados son: Henríquez, Marchena, López-Penha, Coen, Pardo, De Lemos, Pereira (con “i”, ya que con “y” proviene de Las Canarias), Crasto (hoy es Castro), León, Leyba, DaCosta-Gómez, Senior, Curiel, Maduro, Naar, Jerusum y Pinto.

En la siguiente cápsula procederemos a citar algunas de estas familias y sus descendientes.

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