INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

en

  Edwin, Olga, Carlos, Julio, Víctor, Ricardo, Juan, Antonio y Jail - Miembros de la Junta Directiva 2007-2010

SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO HOY

SÁBADO, 8 DE DICIEMBRE DE 2007

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INSOSPECHADA UTILIDAD DEL INSTITUTO DE GENEALOGÍA

Reportaje por Angela Peña

 

Ricardo Brugal Limardo, 2do. vicepresidente; Olga Gómez Cuesta, secretaria; Edwin Espinal Hernández, presidente; Carlos Alonso Salado, tesorero; Julio González Hernández, bibliotecario; Víctor José Arthur Nouel, vicepresidente.

No son simples autores de inventarios familiares ni detectives de antepasados y descendientes ilustres, aunque son capaces de establecer en segundos todo el historial de lejanos ancestros, fijar parentescos, procedencias, herencias y hasta explicar causas de misteriosos u ocultos padecimientos generacionales.

Son auxilio de médicos, antropólogos, historiadores, políticos, arqueólogos, estadísticos, herederos de bienes y fortunas, viajeros prominentes o ciudadanos comunes movidos por la curiosidad de conocer raíces ignoradas.

Viajan por el mundo en aviones, embarcaciones y ferrocarriles reales pero también realizan interminables travesías  por las redes electrónicas, en transporte público, privado o a pie tras una referencia, una huella, un testimonio, un dato que complete esos estudios que se han convertido en pasión que roba horas a sus profesiones de abogados, empresarios, administradores de empresas, peritos en electricidad, mercadólogos, banqueros, comerciantes, industriales...

En poco tiempo se han erigido más que en una institución reconocida por decretos de dos ex Presidentes de la República, en guardianes de la parentela de la Patria, poniendo al descubierto falsos sucesores que no han podido probar vinculaciones proceras, patricias, nobles.

La popularidad que han alcanzado es inimaginable. De todas latitudes les llaman, escriben, visitan. El país los consulta y algunos adinerados les encargan escribir la historia que los une a sus estirpes lejanas.

Están congregados en el Instituto Dominicano de Genealogía y es impresionante la cotidianidad con que se mueven por parroquias, oficialías civiles, archivos públicos y personales, hogares y, principalmente, la familiaridad con que manejan el complicado archivo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones), donde prácticamente están registrados todos los que han habitado este terruño, vivos y muertos, dominicanos y foráneos.

Edwin Espinal Hernández, abogado, historiador, miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia, es el presidente; Víctor José Arthur Nouel, llamado “el Webmaster”, experto en electricidad industrial, es primer vicepresidente; Ricardo Brugal Limardo, ingeniero civil, es segundo vicepresidente; Olga Gómez, mercadóloga, es secretaria; Carlos Alonso Salado, tesorero, es banquero; Julio González, administrador de empresas, es bibliotecario, mientras que Juan Ventura, Antonio Guerra y Jail Aurich fungen como vocales. Ejercen profesionalmente como doctor en Derecho, ingeniero Civil y administrador de empresas, respectivamente.

“Esta es la primera directiva que tiene un presidente democrático, porque las anteriores eran de presidentes absolutos y los directivos eran prácticamente flores, decorativos. El primer presidente fue monseñor Polanco Brito, después Jimmy Pastoriza y Julio Genaro Campillo Pérez. Los que realmente ejercieron fuerza en la institución fueron Julio Genaro Campillo, Luis Arthur y Luis José Prieto. Verdaderamente ahora, con Edwin Espinal, es que el Instituto se maneja con su directiva y se escuchan las diferentes opiniones y direcciones que deben hacerse y tomarse en cuenta. Se trabaja en equipo, sobre la base del consenso. Tenemos al primer presidente democrático en el Instituto”, manifiesta el locuaz Arthur, hiperactivo con sus aparatos electrónicos, respondiendo con proyecciones en una amplia pantalla con todas las respuestas reflejadas en fotos, gráficas, textos.

Cada uno tiene obra, historia, réplica. No todos los libros de sus particulares indagaciones son por encomiendas, también los mueve la fiebre por la búsqueda, el reto de encontrar donde muchos dicen que no existe nada. Y sobre todo, ayudar, no sólo a los historiadores, de quienes son colaboradores leales. Hay quienes los consideran “maniáticos”.

Algunos dicen que la genealogía es el chisme de las familias, un pasatiempo para la vanagloria y el ego, sin ninguna utilidad se les comenta, y Alonso Salado considera que la observación “es un poco a la ligera”.

“La genealogía podría formar parte de la pequeña historia, que por supuesto nutre a la gran historia, pero fundamentalmente, el conocimiento de muchos personajes del pasado, de sus acciones, tiene que estudiarse a partir de sus vínculos familiares”, responde Espinal Hernández, poniendo ejemplos de Buenaventura Báez.

Esta rama, agregan, es un apoyo al derecho, la nobiliaria: “es el discurrir de una familia que no necesariamente plantea que sea algo banal, porque, justamente, la familia es la célula de la sociedad”.

La “cápsula” sabatina que publican en Areíto les ha abierto las puertas al mundo, afirman. Tienen portal oficial y ahora, la genealogía se ha instituido como materia en el colegio “Babeque”, gracias a la iniciativa de la genealogista María José Álvarez.

Este equipo ha aclarado serias discrepancias en fechas de nacimiento o muerte, en identificación de restos mortales, nombres de abuelos u otros ascendientes. Se han tornado en eficaces sustitutos de oficialías donde los libros están deshechos o no existen a partir de decenios y han satisfecho la vanidad de hombres y mujeres presumidos que hoy pregonan con orgullo la existencia de algún chorrito de sangre azul en sus venas que creían plebeyas.

Mormones

Cuentan casos de tuberculosis, sordomudos, enfermedades malignas heredadas que pudieron haberse diagnosticado, tratado, controlado a tiempo si se hubiese conocido el árbol familiar. Reiteran su gratitud a las ricas documentaciones de los Mormones. Edwin Espinal explica que “es una vinculación muy particular de cómo se relaciona la genealogía con la religión”.

“Ellos tienen la creencia de que con el bautizo de los antepasados y el bautizo de las actuales generaciones puede existir la salvación para todas las generaciones familiares y en provecho de esa creencia han establecido centros de historia familiar, y esos centros conservan microfilmadas las actas de estado civil y las parroquiales, en el caso dominicano, de todas las parroquias y oficialías”.

“Eso, independientemente del valor que pueda tener para los Mormones, para el Instituto es una fuente inestimable, por el hecho de que muchos de los libros que se conservan en las oficialías, ya están destruidos. Estos microfilmes datan de más de 20 años”.

Nobleza falsa, proceridad ficticia

Ustedes desmintieron a los supuestos descendientes de Juan Pablo Duarte de San Francisco de Macorís, pero nunca se han pronunciado en relación con los presuntos herederos de Horacio Vásquez y de la nobleza de los Borbones se les consulta.

“No hay vínculos entre la familia macorisana y los Duarte. Empezamos a investigar tratando de encontrar alguna conexión y lo que encontramos es una prueba documental de que no hay relación alguna”.

“Esos Duarte de San Francisco de Macorís no son los Duarte de Juan José Duarte, el padre del patricio. Ellos no tienen pruebas”.

“Los argumentos de nosotros son imposibles de rebatir, ellos no han podido dar una respuesta que cambie la contundencia de la documentación nuestra”, manifestaron.

En el caso de “los Borbones”, replicó Edwin Espinal, “no hay ningún elemento lógico, racional, ni documental que permita establecer que esa señora es descendiente de quien dice descender ni madre de quienes dice ser”.

Habló el abogado, reaccionó uno.

Se pronunció el historiador manifestó otro.

Alonso Salado dijo que prefería imitar al rey Juan Carlos y preguntarles: “¿Por qué no se callan?”.

Insistió en que no hay elemento lógico racional ni documental que pruebe que esa señora es descendiente de quien dice.

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