INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 17 DE MARZO DE 2018

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DE TOPONIMIA CRIOLLA: ANTONCÍ (2 de 2)

Preparado por Joan Manuel Ferrer Rodríguez

 

Por lo demás, sabemos que Cid fue colegial en Santo Tomás de Aquino y que llegó a recibir lecciones de gramática de parte del oidor de la Real Audiencia, licenciado Gonzalo Mejía de Villalobos, natural de Sevilla. Posteriormente, ingresó en el cabildo de la catedral de Santo Domingo y ascendió en él hasta alcanzar la dignidad de racionero (Se conoce como racionero al capitular que gozaba de una ración o prebenda en una iglesia catedral. Véase Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, disponible online en www.dle.rae.es). En este punto de la cuestión, es importante aclarar que nuestro protagonista no debe ser confundido con su homónimo y pariente Antonio Cid Moyano, colegial en Sevilla, hijo de Juan Martín Moyano y de Catalina Cid Sánchez.

De otro lado, también es oportuno destacar que en Antoncí vio la primera luz del día, a 9 de enero de 1833, un niño de nombre Fernando Arturo, hijo de los labradores y propietarios de ganado Pedro María Meriño Marrero y María Bruna Ramírez Viera. El vástago, que a la postre se convertiría en presidente de la república (1880-1882) y arzobispo metropolitano de Santo Domingo (1885-1906) recibió su bautismo de aguas en la parroquia local de Boyá, puesta bajo el patronato de San Lorenzo Mártir, en fecha 15 de marzo de 1833, teniendo por padrinos a José Antonio Hernández y a su tía María de Jesús Ramírez. Dicho esto, en 1881 Meriño, por entonces titular absoluto del hato, lo traspasó a Emiliano Tejera por la suma de 1,400 pesos (saez, José Luis. Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. AGN. Santo Domingo, 2007, págs. 15-16).

De igual modo, es importante ponderar el relato de Díaz Herrera, según el cual el patricio Juan Pablo Duarte se hospedó en el hato de Antoncí en junio de 1844, durante el transcurso de su periplo por el Cibao.

Por lo que parece, el antiguo hato trocó la ganadería por la agricultura en algún momento del siglo XX, a partir del cual sus tierras fueron dedicadas exclusivamente al monocultivo de la caña. En lo adelante, el Batey de Antoncí fue poblado por los colonos haitianos que acudieron al llamado de la zafra, y su manejo recayó en la administración del Central Río Haina. Al languidecer la industria del azúcar, el villorrio quedó en un estado de miseria deplorable, muy poco digno de sus orígenes. Hoy en día, su población aproximada se estima en medio millar de personas.

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