En su obra Azúcar,
árabes, cocolos y haitianos, Orlando Inoa dice que los
árabes
—término
“normalmente usado en
América para denominar a los inmigrantes procedentes de Siria,
el Líbano, Palestina y Egipto”— o turcos
—nombre que se les otorgó por su procedencia de los pueblos
del Oriente Medio dominados por Turquía desde 1453— pusieron a
República Dominicana en su itinerario migratorio antes de
terminar el siglo XIX, “ya sea por equivocación o causas
fortuitas”, si se considera que Estados Unidos era su lugar
preferido de destino.
Este autor no
establece en qué fecha se inició su llegada, aunque estima
probable que algunos ya habían arribado hacia 1883. Inoa señala
que “una de las características distintivas de la inmigración
árabe, además de la poca edad de los inmigrantes (cuyo promedio
no rebasaba los dieciocho años), era la carencia de dinero al
llegar a estas tierras. Esta inmigración estaba compuesta por
jóvenes hijos de agricultores de montañas, cuyos escasos ahorros
los gastaban en el transporte para alcanzar América. Al llegar y
establecerse en la República Dominicana sus condiciones de vida
no eran muy buenas”.
Los rasgos apuntados
explican el porqué los árabes o turcos se iniciaran laboralmente
como buhoneros. En esta actividad, explica Inoa, utilizaban “mercancías
que le eran facilitadas por tiendas y almacenes que pertenecían
a otros árabes. Prácticamente el buhonero lo que hacía era
revender mercancías que él había tomado a crédito en una tienda
de mayor capital, que podía esperar a que él recuperara el
dinero de la mercancía que había fiado entre sus paisanos”.
Del buhonerismo, los
árabes pasaban a actividades comerciales de mayor inversión, una
vez acumulaban cierto capital.
Hay que señalar que
Monte Líbano, constituido por una población mayoritariamente
cristiana, se vio afligido por una dura opresión por parte del
imperio turco y los musulmanes de la provincia de la Gran Siria,
a la que pertenecía, lo que obligó a sus habitantes a emigrar
hacia donde pudieran obtener un mejor nivel de vida.
Esto explica el hecho
de que sus habitantes engrosaran la primera ola de inmigrantes
hacia América y tuviesen por ende tan notable presencia en
República Dominicana, con apellidos como Haché, Tallaj, Hued,
Gobaira, Sued, Sahdalá, Haddad, Dumit, Ramia y Zouain.
Fuentes Bibliográficas:
Archivo Notarial Félix
Rodríguez, Protocolo Notarial de Ismael de Peña Rincón,
actos número 145, 146 y 147, 4
junio 1921
Haché, Pedro:
El sensacional caso Haché, sin
fecha, p.5-6)
Inoa, Orlando:
Azúcar, árabes, cocolos y haitianos,
Editorial Cole / FLACSO, Santo Domingo, 1999