INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 8 DE JUNIO DE 2019

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LIBROS PARROQUIALES DE MOCA 1822-1854 (3 de 5)

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

De manera especial, las actas levantadas entre marzo de 1822 y diciembre de 1844 son sumamente ricas en detalles relativos a la importancia de la preparación espiritual ante la muerte y a los actos de arrepentimiento que debían asumirse para la salvación del alma. Cabe citar en primer orden la redacción de un testamento, que aunque aseguraba una salvación eterna, amén de evitar dejar los bienes sin una partición ante una eventual muerte repentina, figura en un único caso, el de Bernardino Polanco, fallecido a los 40 años de edad el 18 de agosto de 1825.

El que una sola persona figure como testador, aunque nos orienta respecto de su nivel educativo, no quiere decir que no se siguiesen normas extra testamentarias para disponer la forma del enterramiento y las honras fúnebres: Manuel Martínez, fallecido el 19 de noviembre de 1822, a los 67 años de edad, fue enterrado después de que fuera cantada una misa de cuerpo presente; Diego Fernández, quien murió a los 36 años el 24 de febrero de 1823, tuvo un entierro cantado de dos gruesas, mientras que Juan Bautista, muerto el 7 de marzo de 1823 a los 60 años de edad, fue sepultado tras un entierro cantado de tres gruesas y dobles de esquilón. José Antonio Guzmán, muerto a la edad de 35 años el 25 de noviembre de 1825, tuvo un entierro con vigilia y cuerpo presente y Francisco Almánzar, fallecido el 8 de junio de 1839 a los 60 años, recibió un entierro solemne con doble esquilón. La misa, como elemento del funeral en estos casos, era, siguiendo a Ruth Torres Agudo, “muy importante, pues, era la última exaltación del misterio de la eucaristía en la que participaba el difunto, y que le servía como redención antes de reunirse con el Creador”.

La afirmación de la fe antes de la llegada de la muerte implicaba la administración de los sacramentos, generalmente in artículo mortis, siempre que fuera posible: Tomás López, fallecido el 25 de junio de 1823, a los 60 años de edad, los recibió todos, menos la eucaristía, no dando tiempo a los demás por la enfermedad que lo aquejaba; en el caso de Teresa Núñez, fallecida a los 15 años el 14 de julio de 1823, sólo llegó a recibir la extremaunción, mientras que Yldefonso García García, fallecido el 16 de enero de 1826, no recibió ninguno por morir en el campo. Esos ceremoniales, que confirmaban la religiosidad cristiana y manifestaban el deseo de morir al amparo de la Iglesia Católica, revelan el poder que esta tenía sobre la sociedad mocana de entonces.

Varias actas llaman particularmente la atención: la de Juan Fravier, fallecido a la edad de 30 años el 19 de marzo de 1822, natural de Guinea, por lo que suponemos era un esclavo liberto; la de José Sixi, esposo de María Buenaventura y fallecido el 30 de noviembre de 1822 a la edad de 90 años, por lo que nació hacia 1732; y la de Rosa María Acebedo, viuda de Tomás Acevedo, cuyo deceso ocurrió el 12 de febrero de 1823, teniendo aproximadamente 100 años, por lo que nació hacia 1723. Esas partidas, vista la edad de los fallecidos, permite considerar el siglo XVIII como aquel al que podemos remontar los más antiguos orígenes familiares.

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