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ENTERRAMIENTOS EN LA CAPILLA DE LOS INMORTALES.
Los primeros restos en ser llevados a esta capilla fueron los del general
José Antonio Salcedo (Pepillo), presidente del gobierno provisorio de la
Restauración, en 1924, 60 años después de su fusilamiento; inicialmente se
hallaban depositados en Guayubín y luego estuvieron en la fortaleza San
Felipe de Puerto Plata.
El 30
de marzo de 1927 fueron trasladados desde el cementerio de Puerto Plata los
restos del general José María Imbert, comandante de las tropas dominicanas
en la batalla de Santiago del 30 de marzo de 1844. El año siguiente fueron
traídos desde el cementerio de Guayubín los del general Fernando Valerio,
héroe de las batallas de Santiago (1844) y Sabana Larga (1856) y el 30 de
marzo de 1930, una junta glorificadora trasladó los restos de Máximo Cabral
hijo, Agustín Cabral y Pancho Peña, mártires de la batalla de La Barranquita
del 3 de julio de 1916. Los últimos recibidos en ese recinto fueron los de
los próceres restauradores Pedro Antonio Pimentel y Lucas Evangelista de
Peña, trasladados desde Guayubín el 6 de septiembre de 1969, fecha
aniversario de la batalla del 6 de septiembre de 1863 durante la guerra
restauradora. Todos los restos se hallaban contenidos en nichos
rectangulares abiertos en las paredes este y oeste de la capilla, protegidos
con cristales con cintas con los colores nacionales.
Durante la intervención de la Catedral en el período 1987-1993, la Capilla
de los Inmortales fue transformada en un repositorio abovedado recubierto de
mármoles de Carrara, Quercetta y Pietra Santa, en el que solo ya reposan
—en
nichos recubiertos interiormente por acero inoxidable—
los restos de Imbert, Valerio, Pimentel y De Peña, los cuales fueron
repuestos el 3 de abril de 1993 en un acto especial por una comisión
presidida por el entonces vicepresidente de la República Carlos Morales
Troncoso. Los restos de los héroes de La Barranquita desaparecieron
irresponsablemente en el curso de los trabajos que se llevaron a cabo entre
1987 y 1993, en tanto que los restos de José Antonio Salcedo fueron
trasladados al Panteón de la Patria el 19 de abril de 1988 conforme decreto
223 del 24 de abril de 1987. Las placas dedicatorias originales, todas en
gran formato, desaparecieron.
Diseñada por el artista Bismarck Victoria, la nueva capilla está presidida
por el escudo nacional en mosaico veneciano y sus paredes interiores están
cubiertas con placas de mármol arabescado con vetas diagonales, que por su
disposición en espiral dan la sensación de un espacio ascendente,
glorificador de los héroes que acoge, que culmina en las palabras Dios,
Patria y Libertad, recubiertas en pan de oro y separadas por estrellas. En
el piso, iluminada por tres aberturas en la parte superior, una lámpara
votiva en mármol blanco pentélico iluminaba su recuerdo con una llama
—símbolo
de la vitalidad—
que parecía flotar sobre el agua
—elemento
continuador de la vida—
que fluía constantemente gracias a un mecanismo de reciclado. Hace años que
la lámpara votiva no funciona.
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ENTERRAMIENTOS EN LA CRIPTA DE LOS OBISPOS.
Antigua capilla del Nazareno. Creada por el artista Bismarck Victoria
durante la intervención que se llevó a cabo entre 1987 y 1993 para
depositar, en una cripta subterránea, los restos de los obispos de la
diócesis de Santiago. El primero en ser sepultado en ella fue monseñor Hugo
Eduardo Polanco Brito (1918-1996), primer obispo de la diócesis (1956),
cuyos restos fueron posteriormente trasladados a la Cripta de los Obispos de
la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey,
cuya diócesis también desempeñó. Posteriormente recibió los restos de
monseñor Roque Adames Rodríguez (1928-2009), segundo obispo de la diócesis
(1966), y de monseñor Juan Antonio Flores Santana (1927-2014), primer
arzobispo de la arquidiócesis (1994).
La
capilla termina en una bóveda con una abertura en forma de cruz que permite
el acceso de luz natural y que iluminaba la réplica de La Piedad, de Miguel Ángel,
realizada por el escultor italiano Nicola Arrighini, trasladada durante la
intervención realizada entre 2009 y 2012 a la nave sur del templo y que
había sido llevada en 1990 a la Catedral desde el ayuntamiento, donde se
encontraba desde 1969.
Sobre
el dintel de su puerta de entrada figura el escudo episcopal de monseñor
Roque Adames, en cuyo obispado se construyó la capilla. Es un blasón
cuartelado, coronado por una mitra, una cruz y un báculo pastoral, que
presenta en el primer cuartel la cruz de la orden de Santiago y dos veneras,
en alusión a la ciudad de Santiago; en el segundo, las cinco llagas de
Cristo; en el tercero una banda amarilla sobre fondo blanco, alusiva a su
unión con el papa y la bandera pontificia; en el cuarto, una torre,
representativa de la fortaleza de Santo Tomás de Jánico, municipio de origen
de Adames; en el centro, sobre los colores nacionales, aparece el anagrama
de la Virgen María. Al pie, en una cinta, aparece el lema de Adames: “Non
ministrari, sed ministrare” (“No he venido a ser servido, sino a servir”).
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