El mayorazgo de
los Dávila fue fundado en 1554 por Francisco Dávila, uno de los
más ricos encomenderos y luego propietario de tierras dedicadas
a la ganadería, quien tuvo destacada relevancia en la colonia de
Santo Domingo. Una buena parte de dichas tierras se encontraba
en el
Este del país, siendo la población de Hato Mayor una
consecuencia de la prolongada existencia del mayorazgo.
Francisco Dávila
construyó su residencia en la calle Las Damas, frente al
Convento de los Jesuitas, hoy Panteón Nacional, la que
correspondió a una de las mejores edificaciones de la época y a
la que, posteriormente, hizo edificar contiguo a ella a fines
del siglo XVI su capilla particular, conocida como de los Dávila
o de los Remedios.
Al no contraer
matrimonio, Francisco Dávila decidió testar el mayorazgo a favor
de su sobrino Gaspar Dávila, desheredando así a sus hijos
naturales; sin embargo, Gaspar Dávila perdió los derechos sobre
el mayorazgo al ser condenado a destierro por encontrársele
culpable del envenenamiento del oidor Escobar, con la finalidad
de casarse con su viuda. A causa de ello, el mayorazgo pasó a
manos de Juan Daza Dávila, otro de los sobrinos de Francisco
Dávila, quien a su vez era biznieto del contador Alonso Dávila
(uno de los caballeros acompañantes del virrey Diego Colón) y de
Elvira Guillén, primera con ese nombre en la familia y miembro
también de la corte de la virreina María de Toledo.
Juan Daza Dávila,
por su parte, contrajo matrimonio con Elvira Guillén, segunda en
la familia con ese nombre, con quien procreó a Juan Daza Dávila
Guillén, heredero del mayorazgo Dávila. Por otro lado, Daza
Dávila era bisabuelo de Ana de Bastidas, quien llegó a ser
titular del mayorazgo Dávila y quien, al contraer matrimonio con
Gonzalo IV Fernández de Oviedo, tuvo que renunciar al mayorazgo
para asumir el de los Bastidas.
Los vínculos con
otras familias de alcurnia establecidas en la colonia de Santo
Domingo comenzaron desde entonces: un segundo hijo de Juan Daza,
Luis Dávila Guillén, contrajo matrimonio con María Colón de
Toledo, nieta de los virreyes Diego Colón y María de Toledo; uno
de los hijos del matrimonio Dávila-Colón de Toledo, Luis Dávila
Colón, fue uno de los personajes más influyentes de la colonia a
fines del siglo XVI, como uno de los postreros representantes en
la isla de la familia Colón.
A medida que las
familias con mayorazgo reclamaban la élite social de la colonia,
sobrevino, como expresión final de la tendencia endogámica de
ese sector, una concentración de los mayorazgos. Tal práctica
comenzó a producirse en el siglo XVII y culminó a través de la
convergencia de varios mayorazgos en Antonio Coca y Landeche,
quien fue teniente coronel y alcalde ordinario de Santo Domingo.
Entre los bienes
que formaban parte del mayorazgo se encontraban, además de
decenas de hatos de ganado vacuno y haciendas en San Juan de la
Maguana, en los alrededores de la ciudad de Santo Domingo, en la
Concepción de La Vega, en Puerto Plata y en el Este de la isla,
en los terrenos del pueblo de Hato Mayor del Rey, la
hacienda La Pringamosa, los terrenos comprendidos entre la
margen oriental del río Higuamo y la piedra Rodada o La Rodá, el
valle de Hicagua, un ingenio y doscientos cincuenta negros, todos
herrados en la cara con su nombre.
Con el correr de
los años, el mayorazgo devino en manos de Domingo de la Rocha
Angulo y su esposa María Manuela de Coca y Figueroa, quienes a
su vez dejaron el mayorazgo a su hija María Mercedes Severina de
la Rocha y de Coca, la que casó con el cónsul norteamericano
Jonathan Elliot y no dejó descendencia.
La venta de los
terrenos del mayorazgo fue iniciada por la última heredera a
finales del siglo XIX, con la excepción de La Pringamosa, que
años más tarde fue vendida a
Bartolo Caldentey, de cuyas manos
pasó a Antonio Casasnovas, cuyos herederos todavía la poseen.
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