En los países hispanoparlantes, el uso y costumbre es que cada
ciudadano use legal y oficialmente sus dos apellidos. Como
primero el del padre y luego el de la madre. Cuando el vástago
no proviene de un matrimonio legal, es también costumbre utilizar
sólo el apellido de la madre. De todos modos, en una forma u
otra, el mismo proviene en calidad de heredad.
El apellido podría considerarse como “una marca de fábrica”,
fijo, indeleble, heredable e invariable. De acuerdo a estos
principios, un mismo apellido debe repetirse en las subsiguientes
generaciones por cientos de años. O en dirección contraria, los
apellidos que hoy tenemos deben ser los mismos que tuvieron los
ancestros más remotos que hayamos podido investigar.
En la práctica esto no
ha sido siempre así. Encontramos apellidos mutantes, los cuales,
con el correr de los años y los siglos, sufren transformaciones.
Diversas causas producen cambios en los apellidos. Entre ellas y
una de la más comunes es “el error ortográfico” del escribiente
que redactó la declaración de nacimiento. Otra también común es
la “castellanización” del apellido, si este proviene de una
lengua de raíz no latina. Igualmente cambia un apellido la
abreviación o recorte del mismo. También ocurre el caso
contrario, la fusión de dos apellidos en uno.
Pasando ya a casos
prácticos de República Dominicana, tenemos por ejemplo, el
apellido llegado al país desde Italia como De La Caba. Pasó a De
Caba y actualmente es Caba.
Una múltiple
transformación es el De La Motte, De La Motta, De Motta, De Mota
y Mota. Apuntamos también el Le Febvre; pasó a De Febres
y actualmente es Febles. El apellido corso Bonnelli, en
nuestro país mutó a Bonnelly. El francés Espailhac cambió
a Espaillat y el norteamericano Copeland se transformó a
Coplín. El Despradel fue Des Pradel, el Martí
fue Marty y el Monción del héroe restaurador viene de
Montion. Aún cuando el Meléndez es un apellido muy
castizo, también el Melendre pasó a ser Meléndez.
Así, Roxas cambió a
Rojas, Ximinián a Jiminián, Jolguin a Holguín,
Xaquez a Jáquez, Soares a Suárez, Vincent a
Benzán, Bazile a Bazil, Vraiment a Bremont,
Bonneau a Bonó, Sauvignon a Saviñón, Montaigne a
Montaño, Fournier a Furniel, Gratereaux a
Grateró, Evertsz a Evertz, Duperon a Luperón,
Gautreaux a Gautreau, Cubilet a Cubilete, Doumer a
Dumé, Mollet a Nouyer, Chauquier a Zoquier,
D’Obernay a Dubernay y Bissoneau a Bisonó.
También tenemos a
Espínola que viene de Espíndola, Castaño de Cataño,
Esquea de Esqueda, Vélez de Belles y Mañaná
de Magnenat, Nanita de Nannette, Marcelino de
Marcelin, Lebrón de Lebrun, Dotel de D’Hotel,
Coiscou de Coicou, Madet de Maudet, Vidal de
Vidaal, Maríñez de De Las Mariñas, Mejía de
Mejías, Santana de Santa Ana, Pujol de Poujol,
Jiménez de Ximenes, Inoa de Hinoa y Vargas de
Bargas.
Un caso de cambio en
la grafía para facilitar la pronunciación lo constituye el
apellido alemán Knipping y su mutación a Kiniping, así
como el Schoewerer a Severé, o los
franceses Saint-Quintin por Sanquintín, Saint-Paul
por Zampol y Saint-Hilaire por el Santiler.
Cabe señalar que no siempre la mutación ocurre en toda la
descendencia de un apellido. En ocasiones sólo un ramal se
afecta por el cambio. Es el caso del último ejemplo, en el que un
ramal cambió a Santiler, mientras que los demás mantienen la
grafía original de Saint-Hilaire.