INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 1 DE MARZO DE 2025

|<< INICIO<< AUTOR< ANTERIORCALENDARIOPOSTERIOR >AUTOR >>INDICE >>|

 

De la Era de Francia a la España Boba: esclavos bautizados en La Vega (1 de 14)

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

La Vega en grabado de Samuel Hazard, 1873

Aunque se trata de documentos limitados a consignar esclavos introducidos de contrabando en la colonia de Santo Domingo, el Libro Registro de Declaración de poseedores de negros de mala entrada y el Libro de Indulto de Negros de mala entrada, ambos de 1776, permiten conocer aun sea parcialmente la etnia y ocupación de esclavos en La Vega y su entorno. Los esclavos presentados por sus propietarios para regularizar su presencia con el pago de una cantidad reducida del derecho o impuesto que se cobraba por su ingreso legal fueron apenas 28; correspondían a las etnias congo, mina, chiamba, bambará, quitimbó, aradá y mandinga y estaban ocupados en el servicio doméstico, hatos y labranzas[1], de manera que la naturaleza de su trabajo era diferente a la que caracterizaba la explotación de las plantaciones en la colonia de Saint Domingue[2].  

Salvo la mención de Dorvo Soulastre de “algunas cabañas habitadas por negros” al pie del Santo Cerro en 1797[3], prácticamente una generación media entre estos documentos y nuevas referencias sobre esclavos en La Vega. Se trata de los bautismos en la iglesia parroquial, que inician en 1805, año en que esa ciudad fue incendiada por la columna del ejército haitiano comandada por Henri Christophe, después del frustrado sitio a la ciudad de Santo Domingo impuesto por Jean Jacques Dessalines, catástrofe con la que se perdieron sus archivos, como testimonió el escribano público y de cabildo José Cotes en un documento de 1815[4].

Los archivos eclesiásticos se remontarían a la segunda mitad del siglo XVIII, si consideramos que el libro XIV de bautismos iniciaba el 1 de enero de 1805, de manera que con la ruina de la ciudad desapareció un valioso tramo de información de interés histórico y genealógico. El último bautismo consignado en ese volumen se realizó el 25 de febrero, un día antes de que el cura, fray Agustín Hernández, abandonara la ciudad ante el aviso de la llegada de las tropas haitianas ―que seguirían rumbo a Santo Domingo― e interrumpiera el asiento de bautismos; correspondió a Ignés (sic) Encarnación, hija natural de Agueda de la Encarnación, nacida el 6 de enero anterior[5]. Vale acotar que ese libro fue el único que se salvó de las llamas y conforme una nota en el mismo el presbítero Agustín Tabares, sochantre de la Catedral de Santo Domingo, lo encontró en esa ciudad “en manos de un cualquiera (…) por esta razón no se siguió el orden en este, y fue preciso poner las partidas en otro: donde principió a la vuelta de este otro año: siguiendo el número y que comienza el de octubre[6]. Hay que pensar que el sacerdote Hernández llevó con él el libro, ya que la iglesia era de mampostería, como consta en el relato de Soulastre, y sobrevivió al incendio de la ciudad[7]. En ese sentido, hay que concluir que los trece libros anteriores encontrados por los haitianos fueron quemados fuera de la iglesia. 

Según un informe del presbítero Pablo Francisco de Amézquita al gobernador haitiano Placide Lebrun de fecha 30 de abril de 1822, la ciudad quedó restablecida el 13 marzo de 1810, cuando se instaló un cabildo por orden de Juan Sánchez Ramírez y en 1813 “se proveyó el curato en propiedad”[8]. Sin embargo, el registro de bautismos se reinició en 1811, justo cuando el presidente y gobernador capitán general de la colonia dio instrucciones a los cabildos para impedir la salida de esclavos sin licencia, para evitar la disminución de brazos para la agricultura[9]. ¿Qué pasó con todos los esclavos nacidos entre 1805 y 1811? Es posible que reverendo F. Vives, “religioso augustino, refugiado, quien ejerce las funciones de cura en la ciudad de Santiago y en otras comunidades del Departamento del Cibao”, según consta en un documento de 1806[10], fuera enviado a oficiar en La Vega y asentara sus bautismos en los libros de su parroquia.

Tanto en el libro de 1805 citado ―que se convirtió en el primero por la desaparición de todos los anteriores― como en los subsiguientes, los esclavos aparecen junto al resto de los pobladores que accedieron al sacramento del bautismo. El sesgo patriarcal ya prevaleciente en el siglo XVIII en la relación amo-esclavo se acentuó después del retorno a la soberanía española, producto del tránsito de una economía hatera a agrícola y la consecuente falta de necesidad de mano de obra esclava para actividades dirigidas a la producción de bienes de mercado, como explica Roberto Cassá[11], lo que puede explicar esa falta de segregación. En provecho de este aserto resulta la observación de Francisco Regino, en el sentido de que, durante la España Boba, los esclavos que servían en los hogares de los amos, tanto en las casas de las ciudades como las de los campos, lo hacían “en condiciones privilegiadas con respecto al esclavo de las plantaciones. El contacto cercano con los amos y sus familiares, llegaba a establecer relaciones de afecto y consideración[12].

Salvo casos muy contados, los bautizados tenían escasos meses o días de nacidos y en su mayor parte eran hijos naturales, lo que nos remite a una población femenina amplia y en edad fértil, perteneciente sin duda a una segunda generación esclava y quien sabe si con sus vientres fecundados por sus amos; son escasos los bautismos de hijos de parejas de esclavos. Esclavos aparecen como padrinos en ocasiones y en solo seis casos personas con el título de don y doña: don José Fernández, amo de Andrés y Tomasina, padres de Florentina Fernández, bautizada en 1814; don José Abréu, amo de María Núñez, bautizada en 1814; doña Luisa Lluri, madrina de María Gerónima Rendón, bautizada en 1816 e hija de Manuela Rendón, esclava de María Bidó; don Francisco y doña María Fernández, padrinos de Bonifacia Vargas, bautizada en 1817, hija de Rudecinda, esclava de María de Vargas; Fructo, bautizado en 1817 por doña María Ximinián[13], y don Lucas Grateró, padrino de María de las Angustias Jiminián, bautizada en 1820, hija de dos esclavos del presbítero Isidoro Jiminián.

Otros detalles de interés sobresalen en las actas. En primer lugar, en ocasión de la presentación ante la pila bautismal, el bautizado adquiría su libertad, otorgada por el amo o ama de la esclava que había dado a luz; el presbítero Jiminián, cura de la parroquia a partir de 1812 y hasta 1837[14], recibía la constancia de la manumisión o era el receptor de esa información por declaración de la madre, los padrinos, los amos o los acompañantes en la ceremonia.

En segundo lugar, la presencia como propietarios de esclavas de personajes como el escribano Dionisio de la Rocha, el capitán Francisco Suriel, el regidor Cristóbal de Moya y los presbíteros Isidoro Jiminián y Pablo Francisco de Amézquita denota las relaciones que entre los poderes civil y eclesiástico y la oficialidad militar persistían en la sociedad vegana desde el siglo XVII[15]. En tercer lugar, una muestra de la transformación mulata que se venía operando en esa comunidad a partir del siglo XVII[16] son los matrimonios de Francisco Ceballos y Petronila Ceballos, liberta, amos de Bartolo García, padre de Calisto García, bautizado en 1812; de Juan Bencomo y Petronila Trinidad, morena libre, amos de José, padre de Juana Bencosme, bautizada en 1813, y del capitán José Pérez y Juana Cordero, “libre”, amos de Vicente, esclavo padre de María Seferina Pérez, bautizada en 1816.

En cuarto orden, se observa que cuando los bautizados habían recibido el sacramento en un lugar diferente a la iglesia parroquial se hacía constar en forma expresa, por lo que pensamos que, en los casos de aquellos en los que no aparece mención alguna, se trataba de esclavos residentes en la ciudad y, por ende, con toda seguridad, empleados en el servicio doméstico. El bautizo de al menos dos esclavos en 1814 en el “santuario del Santo Cerro” remite a la persistencia de una población negra en el lugar, ya existente en el siglo XVIII, conforme la referencia de Soulastre ya apuntada.

En quinto lugar, dos propietarios sobresalen con un número apreciable de esclavos: Antonio Clisante, con al menos cinco esclavos, que bautizaron sus hijos entre 1813 y 1816, de quien no hay mayores referencias, y el propio presbítero Jiminián, con siete esclavos, que bautizaron sus hijos entre 1813 y 1820. 

En sexto lugar, llama la atención que no fueron bautizados esclavos en 1822. Justa Camilo, hija de María, esclava de Esteban Camilo, con dos meses y 12 días de nacida, fue la última bautizada, el 30 de septiembre de 1821, marcando el fin de esa institución deshumanizante.  

Finalmente, es interesante observar que la independencia de la parte este de la isla de Santo Domingo, proclamada por José Núñez de Cáceres el 1 de diciembre de 1821, se hizo manifiesta, como nueva realidad jurídica, en las actas de bautismo; en ellas se hacía constar que, para enero de 1822, era el “año primero de la Yndependencia”. Como se sabe, aquella independencia fue efímera y resultó ahogada, nueve semanas después, por la ocupación del “Haití español” por Jean Pierre Boyer.

Es por esto que, para el 7 de febrero de 1822, dos días antes de la entrega a Boyer de las llaves de la ciudad de Santo Domingo y la formalización del inicio de la dominación haitiana, ya el presbítero Jiminián encabezaba las actas de bautismo con la mención de “año diez y nueve de la Yndependencia de Haytí”. Boyer ordenó hacer efectiva la ocupación el 11 de febrero[17], pero en La Vega como en otras poblaciones del Cibao, la Línea Noroeste y la frontera la bandera haitiana ya flotaba en el mes de enero, cuando en una proclama el gobernante haitiano afirmó que “en este suelo de libertad ya no hay esclavos”[18].  ¿Se contó el presbítero Jiminián entre los favorecedores de su llegada?[19] No lo sabemos, pero a partir de entonces, los niños bautizados en La Vega durante la Era de Francia y la España Boba que no fueron manumitidos pasaron a ser libres. Su condición de exesclavos no se haría constar en sus actas de matrimonio o defunción.

El número de esclavos bautizados en La Vega en el período 1805-1821 apenas alcanzó un total de 151 (4 en 1805; 5 en 1811; 8 en 1812; 12 en 1813; 18 en 1814; 17 en 1815; 13 en 1816; 17 en 1817; 13 en 1818, 20 en 1819; 12 en 1820 y 12 en 1821), cantidad que refleja la disminución de esclavos en la colonia de Santo Domingo después del Tratado de Basilea[20]. Sin embargo, por su importancia en la configuración de estirpes negras de determinados apellidos y constituir el archivo parroquial vegano uno de los pocos que se conservan de esa época, en próximas entregas reseñaremos las actas de bautismos correspondientes a esclavos en los libros que obran en la Catedral de La Vega correspondientes a esa etapa, en el interés de aportar al conocimiento de las raíces esclavas de muchos de sus patronímicos.


Notas Bibliográficas:

[1] Julián, Amadeo: El contrabando de esclavos en Santo Domingo y la fuga de esclavos de la colonia francesa a la colonia española de Santo Domingo, Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2022, volumen I, pp.287-290.

[2] Lora Hugi, Quisqueya: El sonido de la libertad: 30 años de agitaciones y conspiraciones en Santo Domingo, 1791-1821, Academia Dominicana de la Historia, revista Clío, número 182, julio-diciembre 2011, p.134.

[3] Soulastre, Dorvo: Viaje por tierra de Santo Domingo, Capital de la Parte Española de Santo Domingo, al Cabo Francés, Capital de la Parte francesa de la misma Isla en La era de Francia en Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, Ciudad Trujillo, 1955, p.85.

[4] Despradel Batista, Guido: Historia de La Concepción de La Vega, Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2010, tercera edición, p.32.

[5] Núñez Núñez, Milcíades Humberto: Bautizos de La Vega de 1805 (3 de 3), Cápsulas genealógicas, suplemento Areíto, periódico Hoy, 1 agosto 2009. Disponible en https://www.idg.org.do/capsulas/agosto2009/agosto2009.htm

[6] Despradel Batista, idem, pp.34-35.

[7] Despradel Batista, idem, p.64.

[8] Despradel Batista, idem, pp.35 y 40-41.

[9] Lora H. Quisqueya: Transición de la esclavitud al trabajo libre en Santo Domingo: el caso de Higüey (1822-1827), Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, 2012, p.31.

[10] ---------- Noticia histórica y estadística de la colonia y particularmente de la parte Española en La era de Francia en Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, Ciudad Trujillo, 1955, p.254.

[11] Cassá, Roberto: Historia social y económica de la República Dominicana, Editora Alfa & Omega, Santo Domingo, 2003, p.304.

[12] Regino Espinal, Francisco Bernardo: La esclavitud en la España Boba, 1809-1821,  Academia Dominicana de la Historia, revista Clío, número 171 enero-junio 2006, p.96.

[13] Libro segundo de bautismos, folio 110 vuelto, partida 301, Catedral de La Vega.

[14] Despradel Batista, idem, pp.165-166.

[15] Escolano Giménez, Luis Alfonso: De ciudad catedralicia a aldea: evolución de la Concepción de La Vega entre finales del siglo XVI y comienzos del XVIII, revista Clío, número 205, enero-junio 2023, p.263.

[16] Escolano Giménez, p.253.

[17] Lora H., idem, p.47.

[18] Lora H., idem, p.46.

[19] Frank Moya Pons: dice que el partido prohaitiano logró la solidaridad de “alguna gente” de La Vega en el curso de enero de 1821. Al respecto, cita una carta de Boyer a Núñez de Cáceres del 11 de enero de 1821, en la que indicaba que los vecinos de La Vega, entre otras ciudades, habían recibido sus órdenes y las obedecían (Moya Pons, Frank Manual de historia dominicana, Caribbean Publishers, Santo Domingo, 1995, décima edición, pp.222-223).

[20] Cassá, idem, p.304.

 

|<< INICIO<< AUTOR< ANTERIORCALENDARIOPOSTERIOR >AUTOR >>INDICE >>|