INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

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SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 27 DE FEBRERO DE 2010

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UN SINGULAR COMPADRE DE JOSÉ MARÍA IMBERT (2 de 2)

Preparado por Edwin Rafael Espinal Hernández

 

Moca en 1871 de Samuel Hazard

Dos choznos de Imbert y Miembros de Número del Instituto Dominicano de Genealogía, Luis Héctor Arthur Sosa y Víctor José Arthur Nouel, confirmaron este relato, narrado en el ámbito familiar por su tía Elvira Arthur Pierret de Dalmasí, a su vez tataranieta de Imbert. De ellos, Víctor José, localizó hace más de una década el acta de bautismo de Segundo Francisco Imbert, marcada con el número 623, del folio 140, del Libro 3 de Bautismos de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Moca. Referenciada por nuestro actual presidente Leonardo Díaz Jáquez, en dicho documento consta que el neonato, llevado a las aguas el 6 de junio de 1837, no tuvo padrino, solamente madrina, la señorita Francisca Xaviera Bernal, hecho que también cita Troncoso.

Consultado al respecto, el sacerdote jesuita José Luis Sáez, dedicado investigador de historia eclesiástica y Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, nos refirió que para la época no existía nada establecido respecto de los padrinos en el sacramento del bautismo, por lo que pueden encontrarse actas como esta en la que se hace constar que el infante fue sacado de la pila por un padrino o una madrina sin pareja. En efecto, otras actas localizadas por Díaz Jáquez dan cuenta que esta era al parecer una circunstancia corriente: Florentino de Peña Acevedo, Celedonio Vásquez González y María Gabriela Bencosme Pichardo, nacidos en Moca en marzo de 1837 y bautizados en la parroquia de esa ciudad en los meses de abril y mayo del mismo año, tuvieron solamente madrinas: María del Carmen Ureña, Josefa González y Ramona Guzmán, respectivamente (Ver actas 581, folio 136; 583, folio 137; y 598, folio 138, del Libro 3 de Bautismos de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Moca).

La mayor o menor credibilidad de un testimonio no depende de la categoría de la persona de quien provenga, sino de su mayor o menor coincidencia con determinados hechos constatados a través de otras fuentes y del grado de verosimilitud que se aprecie en el mismo. En el caso que nos ocupa, pese a la discrepancia del testimonio con el documento, Troncoso determina la veracidad del primero a partir de una convincente consideración: la fastuosa celebración del Corpus Christi en 1879 en la ciudad de Santo Domingo, a la que el gobierno contribuyó decididamente. “¿Qué menos podía hacer concluye Troncosoen obsequio y honor a su padrino, el general Segundo Imbert, ministro de lo Interior y Policía del gobierno entonces imperante?”.


Fuentes Bibliográficas: 

Troncoso de la Concha, Manuel de Jesús: Un ahijado del Santísimo en “Narraciones dominicanas”, Colección Pensamiento Dominicano, Biografías y evocaciones, volumen III, Banco de Reservas - Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 2008, págs. 371-374

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