La fuente
oral en genealogía es, sin lugar a dudas, la primordial, pero todo
investigador respetuoso de su labor debe corroborar, cuando así
sea posible, el testimonio oral con el documental. La
oportunidad de asegurar la fidelidad de una información por
intermedio del testimonio escrito encuentra apoyo en una
amplísima variedad de textos. De entre ellos, unos escasamente
utilizados pero sumamente importantes, son los protocolos
notariales.
Un protocolo
se conforma con los actos instrumentados por un notario público
entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de cada año, así como
también con los documentos anexados a los mismos como
comprobantes.
¿Dónde radica
la importancia de los protocolos para la Genealogía? Es
importante saber que todo acto notarial, de acuerdo a la ley
antes mencionada, deberá contener el día, mes y año en que fue
escriturado; los nombres, apellidos, nacionalidad, número de
cédula de identidad y electoral (o de otro documento destinado a
la identificación), calidades, domicilio y residencia de las
partes intervinientes, así como de los testigos, cuando su
presencia es requerida legalmente. La firma de las partes y los
testigos, si es el caso, junto a la del notario, debe aparecer
en todas las hojas. En los actos relativos a inmuebles, los
notarios deben exigir, conforme la ley, “que los bienes de que
se trate sean descritos con tal precisión que no haya lugar a
dudas”, expresándose su situación, linderos, nombre o número y
medidas superficiales, entre otras consignaciones.
Es indudable
que estos requisitos formales constituyen un valioso conjunto de
informaciones primarias para un investigador genealógico, pero
será la naturaleza misma de los actos la que mayor valor aporta
para la tarea de búsqueda de las raíces familiares. En efecto, y
fuera de los requisitos señalados, en los protocolos notariales
podemos encontrar referencias sobre grados de parentesco,
nombres de calles, espacios públicos, materiales constructivos,
nombres de padres y cónyuges, edades, ciudades de origen,
ocupaciones u oficios, vínculos de coterraneidad, estado civil,
fechas de nacimiento y muerte, minoridad o mayoridad de las
partes y una inmensa cantidad de variables económicas, sociales,
políticas y hasta urbanísticas, que permiten adentrarnos no sólo
en la vida de un personaje o una familia, sino también en la de
una comunidad y acaso en la de un país, al reflejar hechos
históricos de relevancia.
Si fuésemos a
agrupar conforme su naturaleza los actos contenidos en los
protocolos, podríamos considerar varias categorías, sin ser
excluyentes de otras que pudieran pensarse, y que acaso serían
las mismas para otros acervos documentales. Serían, a saber:
-
Operaciones inmobiliarias (ventas, donaciones, daciones en pago,
inventarios, permutas, hipotecas, procedimientos ejecutorios);
-
Operaciones mobiliarias (ventas, inventarios);
-
Operaciones
comerciales (protestos, constitución y disolución de
sociedades);
-
Estado de las personas (aceptaciones de tutela,
consejos de familia, reconocimiento de hijos, actos de
notoriedad, testamentos);
-
Una quinta categoría abarcaría actos
de contenido variado, como serían poderes, declaraciones juradas
y depósito o protocolización de documentos.
El material
atesorado en los protocolos notariales es variado y rico. Su
importancia para la Genealogía se descubre como vital, pues,
abarcando las minucias de la Historia Cotidiana, la Pequeña
Historia, que es la que particular e inicialmente interesa a
todos nosotros, alcanzan la Gran Historia, la Historia Oficial.