Es cierto que el ascendiente más
antiguo hasta ahora localizado de los Bisonó de Navarrete, Juan
Estanislao Bisonó, casó con Maria Caridad Checo, siendo padre de
Elías, casado con Enriqueta Santelises; María Josefa, esposa de
Adriano Peña; Juan Caridad, cónyuge de Agapita Fernández;
Sinforoza; Juan Francisco; Pedro Luis y Alberto Emilio (Bitín),
quien casó con Cristina Amelia Mera González. Pero
investigaciones han determinado que Juan Estanislao Bisonó tenía
no un hermano radicado en San José de las Matas, sino siete, así
como varios tíos y primos. En efecto, Juan Estanislao era el
segundo de una prole de ocho hermanos, hijos del matrimonio
Pedro Luis Bisonó, hijo legítimo a su vez de Pedro Bisonó y
María Thami, y Ramona Muñoz, casados en San José de las Matas el 6 de septiembre
de 1829.
Por lo tanto, Juan Estanislao
Bisonó no nació en Francia, ni vino en la flota con Leclerc, ni su esposa
María Caridad Checo nació en España, sino en San José de las
Matas, siendo hija legítima de José María Checo, Coronel de las
Reservas del Ejército Español (dominicano al servicio de España;
acaso aquí surja la distorsión) y Mercedes Rodríguez.
Los hermanos del matrimonio
Bisonó Muñoz, además de Juan Estanislao, fueron Juan de Mata,
casado con Carolina Le Blanc Buenete en 1854; María Ignacia,
esposa de Manuel Rodríguez Cerda desde 1854; Sinencia, casada
con Ildelfonzo López Rodríguez en 1867; Esteban, cónyuge de
Juana Evangelista Marte desde 1872; Crisóstomo, casado con María
Mercedes Rodríguez en 1876; José Encarnación, quien casó con Ana
Lucía Estévez en 1877; y Pedro Ramón, quien contrajo matrimonio
con Petronila Estévez Serrate en 1879. Todos celebraron nupcias
en San José de las Matas.
A su vez, Pedro Luis Bisonó
Thami, tuvo otros hermanos en San José de las Matas, habiendo
sido identificados hasta ahora Ana, fallecida el 13 de febrero de
1886 a la edad de 80 años; Miguel, quien casó en 1836 con María
Mateo Rodríguez Báez, y Pedro Antonio, casado en 1852 con Aniceta Torres.
Las tradiciones orales son una
importante fuente de información y generalmente nos dan una idea
de dónde vinieron nuestros antepasados y dónde vivieron, pero no
puede creerse ciegamente en ellas; más bien, deben tratarse como
una base a partir de la cual empezar a investigar la verdadera
historia familiar.
En el caso del apellido Bisonó,
como hemos demostrado, las pruebas arrojadas por documentos de
los siglos XVIII y XIX, distan mucho de la tradición familiar
legada por sus generaciones.