Los techos en el viejo Santiago de Holger
R. Escoto
De acuerdo al
doctor
Fernando Pérez Memén, en su trabajo “Panorama histórico de las
inmigraciones dominicanas a Puerto Rico”, se divide en dos
etapas: la del período colonial, que se redujo a los estudiantes
borinqueños de la Universidad de Santo Tomás de Aquino, detenida
con motivo del Tratado de Basilea de 1795 y que volvió a fluir
en 1816, cuando fue reabierta la Universidad, y la del período
republicano, que tuvo como motivación la lucha en favor de la
independencia de Puerto Rico, desplegando aquí sus nacionales
sus inquietudes políticas y libertarias.
En Santiago hemos
encontrado puertorriqueños desde décadas anteriores: los
hermanos Manuel Aquilino, Narciso y Baldomera Román Leguisamón,
cuyos padres, Miguel Román Valerio y María Aleja Leguisamón
González, habían emigrado en ocasión del Tratado de Basilea de
1795 o la invasión haitiana de 1805, nacieron en San Juan de
Puerto Rico entre 1807 y 1810 y volvieron al lar de sus mayores,
dejando en él descendencia.
Con el apelativo
de “inmigración laboral” define Pérez Memén el establecimiento
de puertorriqueños en el
país desde la década de 1880, por haber llegado básicamente
agricultores, braceros, jornaleros y técnicos contratados para
laborar en los ingenios y haciendas fomentadas en las regiones
sur y este del país.
La inmigración puertorriqueña en
Santiago para esa época no tuvo evidentemente igual carácter,
dado el modelo económico imperante en toda la región cibaeña. El
mismo patrón se repitió para los primeros años de este siglo,
cuando figuraron asentados periodistas, sastres, tenedores de
libros, fotógrafos, músicos, educadores y comerciantes.
El lugar de origen mayormente
representado es Mayagüez, seguido en orden descendente por
Arecibo, San Juan
y Yauco. Otros puntos de la geografía puertorriqueña a los que
se vinculan estos inmigrantes son Ponce, Arroyo, Cidra, Vega
Baja, Guayama, Quebradilla, Hatillo, Luquillo y Manatí.
Como en otras
comunidades extranjeras, es reconocible la unidad entre sus
miembros, notoria en la declaración del fallecimiento de alguno
de sus coterráneos o en la lista de testigos de una unión
matrimonial.
El influjo de la
presencia puertorriqueña en la sociedad santiaguera está
presente en diversos órdenes, pero muy particularmente en el
medio construido. Presentes en la arquitectura e ingeniería
santiagueras se encuentran Fidel Sevillanos, autor de los planos
del edificio del Correo, Pedro de Castro, constructor del actual
local del Centro de Recreo y los hermanos Pedro y Lorenzo
Casanova, quienes diseñaron los planos de la avenida hoy
Hermanas Mirabal.
Varios
puertorriqueños quedaron integrados al seno de la comunidad
local por su inserción en entidades culturales y clubes sociales,
pero muchos más terminaron de desarrollar sus existencias en
esta tierra a través de los vínculos familiares. Tal fue el caso
de los Corominas, los Casanova, los Sagredo, los
Virella, los
Santaella y los Capestany.
Este breve
recuento demuestra que “Borinquen/ la tierra del Edén/ la que al
cantar,
el gran Gautier llamó la perla de los mares”, como reza Lamento Borincano
de la autoría del maestro puertoriqueño Rafael Hernández Marín, tiene numerosas improntas en Santiago de
los Caballeros, en esta capital de “la provincia más provincia
de la República Dominicana”, como la llamó el maestro Hostos.
Fuentes Bibliográficas:
Escoto, Holger R.: Los techos en el viejo
Santiago, en Santiago de los
Caballeros
Espinal
Hernández, Edwin: Presencia puertorriqueña en Santiago
de los Caballeros, De mi quehacer genealógico,
Instituto Dominicano de Genealogía, serie Charlas
Genealógicas, volumen I, Santo Domingo, 2003
Pérez
Memén, Fernando: Panorama histórico de las
inmigraciones dominicanas a Puerto Rico, Areíto,
suplemento sabatino del Listín Diario, 11, 18 y 25 de julio
y 1, 8 y 15 de agosto de 1997