INSTITUTO DOMINICANO DE GENEALOGÍA, INC.

Cápsulas Genealógicas

 

SECCIÓN SABATINA DEL DIARIO Hoy

SÁBADO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2014

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LOS SALETA, DE ARENYS A SANTIAGO (1 de 2)

Preparado por Joan Manuel Ferrer Rodríguez

 

Antes de entrar en materia, quisiéramos recordar al amable y consuetudinario lector de estas breves líneas que la genealogía de la rama criolla de los Saleta ha sido previamente estudiada y desarrollada por el acucioso colega Edwin Espinal Hernández, y sus hallazgos publicados en una interesante y enjundiosa cápsula titulada “Los Saleta: el enigma de un origen. Allí, en uno de sus párrafos iniciales, el autor alude al “Informe de soltería, cristiandad y catolicismo” de José Saleta, instrumentado en Santiago de los Caballeros en 1827, cuyo contenido se constituye en medio probatorio fehaciente de que el primero de los de este apellido en desembarcar en playas dominicanas llegó procedente de Arenys de Mar, en pleno epicentro del maresme catalán. Para conocer el marco en el que se desarrolla la cuestión, es pertinente destacar que se trata de una minúscula villa de origen renacentista que, tras tomar el relevo de Mataró, logró posicionarse como referente inequívoco de la sempiterna tradición náutica regional.

En líneas generales, durante el siglo XVIII la vibrante sede costanera consiguió articular una importante red de instalaciones navales y marítimas que, compuesta por 5 astilleros, le permitió desempeñar un papel preeminente en momentos en que emergieron como circunstancias concatenadas: por un lado, la eliminación del monopolio comercial gaditano con América, y por el otro sus repercusiones en el proceso de apertura y despegue del resto de los puertos peninsulares. Un ejemplo bastante elocuente viene ilustrado por el hecho de que, para 1786, ya eran 54 los navíos de matrícula areñense que faenaban e intervenían en el activo tráfico ultramarino. La otra cara del fenómeno, si se quiere, representada ahora por los recursos humanos, sugiere que para mantener una infraestructura de semejantes proporciones se requería el concurso de una abundante mano de obra especializada: aserradores, braceros, calafates, carpinteros y leñadores, entre otros, lo que, sin dudas, atrajo la presencia de una multitud de individuos procedentes de los cantones adyacentes.

Volviendo sobre nuestros pasos, la probanza de marras también atribuye a José Saleta, hijo de Andrés Saleta e Inés Torres, la edad de 26 años, a partir de lo cual se ha llegado a inferir que este indiano caribeño vio su primera luz del día alrededor del año 1801. 

Con estos datos a mano, nos hemos sumergido en los registros parroquiales de la pintoresca iglesia de Santa María de Arenys y, precisamente, en el  libro décimo de bautismos (1798-1814) asiento Núm. 62, fol. 49 ro del 17 de junio de 1801, aparece una partida que consigna lo siguiente: “Anton Gispert presbítero y vicario bautizo a Feliciano Francisco Joseph. Sin embargo, a este neonato en particular se le señala como hijo legítimo de Joseph Saleta y de Theresa Fornaguera. El marido en cuestión, hijo de Francisco Saleta y María Jaures, ya había visitado la misma pila bautismal que su vástago, el 14 de abril de 1747. La esposa, por su parte, nació de la coyunda formada por March Fornaguera y Petronilla Aulet de Vilalba.  

Hasta aquí, un rosario de pruebas poco concluyentes que, por fortuna, no lograron hacer mella en nuestra curiosidad. De hecho, nuevas pesquisas determinaron que  existió una línea familiar coetánea, cuyas noticias guardan completa coherencia con el relato que venimos describiendo y que, por las consabidas limitantes de espacio, abandonaremos ahora en favor de una entrega posterior.

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